“De algún modo, todos los seres humanos nacemos extranjeros y extraños. El alumbramiento es la primera migración, el exilio compartido por la humanidad entera. Quién no tiene en el vientre esa herida, el ombligo, la cicatriz de un destierro originario, irreversible. El miedo, la miseria o la violencia empujan a muchas personas a alejarse del lugar natal, romper el cordón umbilical y emprender el viaje hacia lo desconocido. Itinerantes, arrancadas, crisálidas del pasado perdido. Pero incluso quienes permanecen en su tierra de origen conocen el desconcierto y los desarraigos. Hoy estamos obligados a vivir en una realidad sacudida por los cambios; nos reclaman explorar constantemente idiomas desconocidos, nuevos lenguajes, otros códigos.
Ante el vértigo de la transformación, brotan voces añorantes que prometen el viejo ideal imposible de lo homogéneo, lo idéntico, el espejo de lo que somos. Mercadean con el dolor y la mentira para azuzar el odio al distinto, hundiéndonos en un fango que ahoga. Pero este tiempo de individuos e ideas migrantes tiene sed de hospitalidad. Frente al miedo en la mirada, el erotismo según la Diotima socrática nos anima a salir de nuestra burbuja y desprender corazas del corazón, nos arranca de la soledad, nos transforma, nos inserta en un mundo mezclado y variopinto. “En él sí merece la pena vivir”, dice la extranjera de Mantinea. Según la filósofa femenina y forastera, no deberíamos buscar una media naranja a nuestra medida, sino cuestionar la horma y la norma, sin conformarnos ni saciarnos, aprendiendo que se necesita amar la diferencia para llegar a ser uno mismo”.
Artículo completo: https://www.milenio.com/cultura/laberinto/una-luz-que-busca-encenderse-por-irene-vallejo fbclid=IwZXh0bgNhZW0CMTEAAR3Li54hrAZN9OHu5XubCbdbCAOIcn_EUk4vG1ElJi0w_dOM2zvcQAhmkio_aem_ToKbh796owMQvPlc5AdNsA#r5088q1wi8cokt4ap8c1m7s07ovcocv4

Añadir comentario
Comentarios