La presión sistematizadora que lo social y lo cultural ejerce sobre los individuos está presente en los trabajos de Theodor Adorno, especialmente a través de lo que denominó como procesos de cosificación. El efecto en los sujetos, en forma de patologías de la normalidad, es una de las temáticas centrales de mi próximo libro “Ética del reconocimiento emocional en psicoterapia. Reflexión, desobediencia y transgresión”. Cuando el individuo no se adapta, se rebela o protesta, el sistema actúa con la pretensión de corregir cualquier desviación porque, como plantea Wellmer (1985), en “Sobre la dialéctica entre modernidad y postmodernidad”:
“Lo no idéntico, lo inconmensurable, lo que no se deja absorber, aparece como algo amenazador: rabia y angustia son las formas típicas de reacción a la experiencia de lo no idéntico. Lo no idéntico ha de ser repelido: expulsado (como en el proceso de socialización), declarado tabú (como en las sociedades primitivas), negado (como en los dogmatismos de cualquier género) o en fin apartado incluso físicamente” (p. 98).

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