Cuando se cuestiona la importancia de las experiencias vividas en nuestra infancia, se olvida la fuerza y la pertinencia de las huellas del lugar donde pudimos eludir el desamparo y vivir en alguna medida “seguros”, aún a sabiendas de que ese espacio primario era provisional y, más pronto que tarde, deberíamos abandonarlo y salir al mundo.
Dice Esquirol (2005) en “Uno mismo y los otros”, que: “La infancia sería algo así como la casa. La nostalgia de la infancia es nostalgia del gozo de nuestra primera morada. Pero el paso a la edad adulta es inevitable del mismo modo que lo es el salir de clase. Quien no saliese del recogimiento de la casa enfermaría y perdería el mundo. Se trata, aquí, de un movimiento de “ida y vuelta”. Después de la jornada laboral, volvemos a casa. Y, de vez en cuando, recordamos nuestra infancia, incluso a través de los sueños nocturnos. Lo bueno es tener casa. Lo bueno es haber tenido infancia. Por este motivo, a veces, los problemas de personalidad proceden de “no haber tenido infancia” o de haberla tenido muy “mala”” (p. 25).
(Imagen: “Casa de la infancia” de Fernando Charro)
LA INFANCIA NUESTRA NOSTÁLGICA MORADA
« Almuerzo prenavideño de Cooperación TODOS SOMOS RESPONSABLES DE TODO, POR TODO Y ANTE TODOS »
Añadir comentario
Comentarios